Como ya se dijo el último día de clase, en España en los años 60 empezaron a darse multitud de cambios, que podrían resumirse brevemente en: desarrollo económico, distanciamiento cada vez mayor entre la Iglesia y el Régimen (en especial a partir del Concilio Vaticano II, y con el incidente con Enrique y Tarancón), el resurgimiento del nacionalismo (también el terrorismo), el auge de CCOO y los conflictos laborales,; los cambios sociales : éxodo rural que provoca el crecimiento masivo de los suburbios (también se da bastante especulación inmobiliaria)y la concentración de la población en las ciudades(cambiando la forma de vida, pues en una gran ciudad no existe el ambiente de cerrazón y “control” que hay en un pueblo), la electricidad ya generalizada y la televisión, ventana al mundo, el contacto con los turistas, de costumbres distintas … terminarán provocando cambios en la mentalidad española, ya menos cerrada, pero distinta a la de la clase dirigente, ultracatólica y conservadora y derivará en la oposición generalizada al régimen a finales de los 70.
Uno de los sectores de la población que tuvieron gran importancia en esta oposición a pie de calle contra el Régimen fueron las asociaciones vecinales. En 1964 se aprobó la Ley de Asociaciones, que permitiría que los “cabezas de familia” de un barrio se agruparan en una asociación. Esto se permitió porque en un principio estas asociaciones no debían representar los intereses del barrio, sino de las familias. Se vio que eso no será así, que las asociaciones de vecinos lucharían por sus barrios y de forma legal (a diferencia de los paridos políticos y sindicatos con los que estaban relacionados) organizándose para conseguir objetivos comunes y totalmente racionales y necesarios: agua corriente, alcantarillado, electricidad, transporte…
El barrio de Orcasitas no fue menos. Como casi toda la periferia del sur y el oeste de Madrid, creció de una manera descontrolada y sin control: las familias que venían del campo construían la chabola en la que vivirían. La pésima situación hizo que en Orcasitas se construyera en los años 50 bastante vivienda protegida (“poblados dirigidos”). En los 70, los propietarios del suelo promovieron un Plan de reordenación urbana para expulsar a los habitantes de las chabolas que aún quedaban. La Asociación de Vecinos inició entonces una lucha, que terminaría con éxito, con la construcción de más vivienda pública, con las dotaciones necesarias. La Asociación de Vecinos continuaría las demandas (por ejemplo, con la “guerra del pan” contra la carestía de la vida).
En 1980, el 1 de Mayo, en el complicado contexto político y económico de la Transición fue asesinado por arma blanca cuando volvía de la manifestación conmemorativa que se realizó ese día, fue asesinado el dirigente de la asociación de vecinos de Orcasitas, Arturo Pajuelo.
De marcada ideología de izquierda (aunque hijo de un militar franquista), fue asesinado, al parecer por personas vinculadas a la extrema derecha, en (al igual que el resto de asesinatos cometidos en este periodo por los grupos terroristas AAA, ATE, ANE, Guerrilleros de Cristo Rey…) para desestabilizar la democracia prácticamente recién instaurada. No se detuvo al autor/es del asesinato, y en el barrio se rumoreaba que habían huido a Sudamérica, la verdad es que no sé con qué fundamento.
Este suceso provocó una serie de manifestaciones de los defensores de la joven democracia y una gran movilización en el barrio y en las asociaciones de vecinos, que asistieron en masa a su entierro, al igual que el alcalde de Madrid en ese momento. El asesinato de Arturo Pajuelo está especialmente arraigado en la memoria colectiva del barrio de Orcasitas, donde permanece, aun pasados 31 años de su muerte.
Monumento en honor a Arturo Pajuelo, en el patio de la manzana en la que vivió, con las inscripciones “ Arturo Pajuelo, 1945-1980” y “Segaron tu vida para anular tu obra”.
Representa a una paloma de hormigón atravesada por una viga de acero. Es la Asociación de Vecinos la que intenta que siempre haya alguna flor en el monumento.
Un titular de la época:
http://www.elpais.com/articulo/madrid/MADRID/MADRID_/MUNICIPIO/USERA_/DISTRITO/_MADRID/PRIMERO_DE_MAYO_/_FIESTAS_DEL_TRABAJO/Indignacion/Orcasitas/muerte/dirigente/vecinal/Arturo/Pajuelo/elpepuespmad/19800504elpmad_7/Tes
domingo, 29 de enero de 2012
La ayuda soviética a la República en la Guerra Civil Española.
Me gustaría aprovechar este espacio para completar, ya sin límite de tiempo, la exposición clase acerca de la ayuda que prestó la Unión Soviética a la España republicana durante la Guerra Civil.
Esta guerra civil tiene una división internacional realmente importante, como lucha entre los distintos sistemas políticos, por la ayuda que ambos bandos reciben. Como toda la política exterior, esta ayuda no se hizo por altruismo, sino que responde a una serie de intereses estratégicos y económicos: Alemania e Italia, fascistas, querían “resistir la política de expansionismo bolchevique en Europa”, pero también desviar la atención de su política en Europa central y del rearme que estaban llevando a cabo. La URSS, liderada en este momento por Stalin, ayuda para evitar la expansión del fascismo que ocurriría si Franco ganaba la guerra.
El suministro de armas por parte de la URSS se inició en Octubre de 1936, meses después de que Franco recibiera ayuda de Hitler y Mussolini. Por tanto, no es cierta la idea que manejan determinadas publicaciones (supongo que para intentar justificar la relación Franco-Hitler) que mantienen que la ayuda fascista a Franco fue únicamente una respuesta a la ayuda que recibía la República.
El hecho es que sólo gracias a la ayuda soviética la República pudo mantener la guerra y no perderla en 1936, aunque nunca fue suficiente: la ayuda que recibía el otro bando era mucho más numerosa, en armas y divisiones completas de hombres experimentados.
Hay que recordar también que la república apenas recibió más ayuda fuera de la URSS (por ejemplo, el armamento que se compró, a precio de oro, a Polonia era el que su ejército desechaba por averiado y obsoleto) el abandono de las democracias, de Inglaterra y Francia: prima la realpolitik, esto es, una política exterior que prima los intereses materiales, prácticos, antes que los éticos (el gobierno republicano no dejaba de ser un gobierno legítimo, elegido democráticamente), porque creían que una victoria del fascismo sería únicamente una conjunción temporal de tres dictadores (el grande (Hitler), el mediano (Mussolini) y el pequeño (Franco)) que no sería peor que la de la izquierda, que debido al miedo al comunismo veían como demasiado extremista y desestabilizadora de su propio sistema (“Teoría del Dominó”), por no mencionar que se encontraban en medio de la política de apaciguamiento y del rearme ante un probable conflicto con Alemania. Por esto puede decirse que prefieren la victoria de Franco a ayudar al que era un gobierno democrático en ese momento. Incluso, antes siquiera de la victoria de los sublevados, Inglaterra ya había apalabrado con Franco acuerdos comerciales, con los que ella ayudaría a la reconstrucción del país (una prueba más de lo que mueven los intereses económicos).
En lo referente a la ayuda, las diferencias son claras: La URSS no envía grandes destacamentos de hombres ( a diferencia de Italia, que envía multitud de regimientos), sino material de guerra y especialistas, con una clara importancia de la aviación y tanques. La calidad de este armamento, muy moderno, es similar a la que envió Alemania, incluso al comienzo de la guerra llegó a ser superior en calidad, nunca en número: sólo hasta Febrero de 1937 la República recibió 250 aviones y 106 tanques y blindados, mientras que el otro bando recibió 472 aviones y 224 tanques y blindados (hablamos de casi el doble de material).
Aviones I-15 "Moscas" |
Aviones I-16: "Chato". Estos dos modelos, enviados por la URSS, fueron realmente eficaces. |
Un problema fueron las municiones, por la variedad de calibres y la escasez en la zona republicana, ya que no se consiguió nunca montar una industria de guerra que aportara el material necesario. Pongamos un ejemplo para ilustrar esta carestía: si se necesitaban diariamente 8.000 balas para cañón de 75mm únicamente se producían entre 500 y 1000).
Otro problema era transportar la ayuda: entre el Pacto de No Intervención que hace que se cierren prácticamente todos los puertos para la URSS y los submarinos italianos en el Mediterráneo, hace que el transporte se convierta en un verdadero problema logístico que hace que incluso los barcos soviéticos deban “disfrazarse” con las banderas de otros países para hacer llegar los pedidos.
Pero el problema más importante fue la cantidad de la ayuda: siempre era insuficiente para los republicanos, que siempre pedían más de lo que les llegaba, a diferencia del otro bando, que no tenía problemas de material. También influía en el interés de las potencias fascistas el hecho de que estaban ayudando a un insurrecto (que podría pasar a la historia como un simple traidor) lo que comprometería su imagen si éste perdía.
De hecho, es interesante saber que la República estaría dispuesta a renunciar al apoyo internacional si el otro bando hacía lo mismo, pues podría ganar la guerra.
Lo que pasó finalmente es que la República dependía sobremanera de la URSS, no sólo en materia de armamento. De ella se importaban alimentos (especialmente trigo, centeno y azúcar), combustibles, maderas, acero, camiones, repuestos, químicos…pagados en parte con las exportaciones de alimentos, casi siempre cítricos (que parece ser que no tuvieron en un principio buena acogida en Rusia, porque no sabían comerlos).
Otro factor de enorme importancia en el desarrollo de la Guerra fue la ayua enviada en forma de especialistas, asesores, ingenieros…que aunque no fueron nunca demasiados (no más de 600-800) jugaron un papel muy importante, por ejemplo en la defensa de Madrid y en el entrenamiento del Ejército Popular (que como su nombre indica, era popular, inexperimentado, mal pertrechado…). Estos especialistas entrenaron pilotos, tanquistas; o eran ingenieros que intentaban reconvertir la industria catalana en una industria de guerra con una producción decente (sin éxito); o asesores en materia de estrategia a mandos del ejército republicano (lo que por otra parte no hizo gracia a los mandos españoles, que no querían sentirse manejados)… Se enviaron sobre todo cuando las autoridades rusas fueron conscientes del estado de desroganización total de la República: mientras que en el otro bando el mando era único, la República estaba sumida en continuas crisis políticas, a lo que hay que sumar la relativa ineptitud de Largo Caballero al frente del gobierno; la diferencia entre los ejércitos: el uno profesional, experimentado, contra uno popular, que eso sí, rebosaba en un principio entusiasmo (aunque, a veces, en la retirada, perdiera las armas que tanto le ha costado conseguir…); la diferencia que podía haber entre un piloto de aviación español, entrenado a toda prisa e inexperimentado que prácticamente nada podía hacer contra la ultramoderna y curtida Legión Cóndor…
Sin embargo, la ayuda de la URSS no fue en absoluto gratuita (al contrario de lo que yo personalmente creía, que se debía únicamente a la solidaridad y ayuda al camarada): tiene un aspecto económico comercial indudable, como suponían los líderes republicanos. Simplemente que por propaganda no se hizo demasiado hincapié. Aun así, la ayuda no dejó de merecer gratitud, pues la Unión Soviética se arriesgaba a tener problemas con las democracias, con las que buscaba una política común de seguridad colectiva.
La ayuda se pagó con las reservas de Oro del Banco de España. Sobre esto se han escrito ríos de tinta. El gobierno republicano, legítimo, tenía acceso a estas reservas de oro, y las transportó a Moscú para allí venderlas. El envío fueron unas 640 toneladas de oro fino, en moneda antigua acuñada (no en lingotes, como podríamos creer), valoradas en 718 millones de dólares de la época. Es curioso observar cómo posteriormente se ha escrito que el valor numismático de esas monedas, por su antigüedad, sería superior al de su peso en oro. Y digo que me resulta curioso porque resulta un poco anacrónico decir que habría que habérselas vendido a anticuarios, pues no se refleja la realidad de un gobierno desesperado por conseguir ayuda que no puede entretenerse en valorar las monedas de otra forma que no sea su peso material debido a la urgencia de la situación.
Ya para terminar, hay que mencionar las interferencias en política que tuvo la URSS. La República estaba sumida en una inestabilidad que me resulta bastante difícil de imaginar, por su propia división interna: republicanos, PCE, POUM, milicias armadas anarquistas…(hasta el punto de que los rusos llegan a preguntarse si realmente tiene interés en ganar la guerra, porque vieron que si se organizaba y disciplinaba, militar y políticamente lo tendría mucho más fácil) Stalin, que no veía muy capacitado a Largo Caballero, le aconsejó (por medio del embajador) la política que debía llevar: más disciplina, que limpiara su nombre ante las democracias (para intentar ganarse su apoyo). El caso es que junto con las armas y los especialistas se enviaron también a agentes de la NKVD (departamento del gobierno que manejaba asuntos internos)y del GRU (servicio de inteligencia militar) que tuvieron un papel bastante importante (En especial el macabro personaje de Orlov, líder de la NKVD).
Alexander Orlov, agente de la NKVD |
Esta influencia, que es lógica teniendo en cuenta que la URSS era el único aliado de facto de la República tuvo su lado negativo en las Matanzas de Paracuellos y en el asesinato de Andreu Nin, su influencia en los “sucesos de Mayo” y en la exportación de la idea de purga (como las que estaba realizando Stalin en estos momentos) contra todo elemento desviado y poco fiable políticamente: creían que se debía purgar en general porque no concebían que se estuviera perdiendo por la mala organización y tal vez incompetencia, sino que había de haber por fuerza elementos fascistas infiltrados, no sólo en el ejército.
Andreu Nin |
Este crimen tuvo una repercusión en la opinión pública importantísima, que aunque se hizo a sus espaldas, desprestigió enormemente al nuevo gobierno de Negrín. Es curioso cómo los rusos presentaron el asesinato ante las autoridades españolas: un grupo de fascistas para liberar a Nin, su supuesto aliado, asalta la compañía que le trasladaba a una cárcel de Madrid, y eso se probaba porque, casualmente, en la refriega, a uno de ellos se le había caído una cartera con pruebas: carnés de la Falange, escapularios, fotografías… Nadie le dio crédito: el propio Negrín contestó cuando le presentaron la cartera que de vez en cuando leía novelas policiacas y que las pruebas le parecían demasiado contundentes para ser verosímiles…
Por último, ya después de la dura batalla del Ebro (Julio a Noviembre de 1938) la presencia y ayuda soviéticas comenzarían a decaer, puesto que Stalin ya daba la guerra prácticamente por perdida.
Toda la información que menciono se ha extraído del libro “El escudo de la República, Ángel Viñas (Madrid, Crítica, 2007)”. La verdad es que, si bien me ha resultado complicado de leer, porque no es un libro de divulgación (o al menos, no de divulgación a partir del nivel que poseía sobre este tema, por la información que da por supueta) está muy documentado, e ilumina bastantes zonas oscuras: puede resultar incluso divertido cómo descalifica a pseudohistoriadores (especialmente a César Vidal) o historiadores que, sin ser profranquistas, sino simplemente anticomunistas en un contexto de Guerra Fría, tergiversan la información para adecuarla a sus fines sectarios.
De este libro sé que no voy a olvidar los recovecos de la política internacional, las consecuencias de cualquier ideología llevada al extremo y una declaración (tal vez porque deja entrever el drama
humano que hay detrás de un conflicto tan terrible como el de una guerra y en que apenas se menciona en el libro) de uno de los mandos italianos al servicio de Franco en el que critica la estrategia de este último, por no ir directamente a los objetivos militares que podrían proporcionarle una victoria rápida y limpia, sino que se buscaba ir poco a poco, sector a sector, pueblo a pueblo, para aniquilar y depurar la zona del contrario. Estremecedor.