El valimiento es la única estructura de gobierno tomada por los conocidos Austrias Menores de la monarquía hispánica, aunque no fue una práctica única de esta corona. En Francia, Luis XIII nombró a RIchelieu como su valido y, posteriormente, a Mazarino. La razón del uso del valimiento no está clara. Podría ser la complejidad cada vez mayor de las labores de gobierno, o quizás que, de esta manera, las responsabilidades y con ellas las críticas caían en el valido y no en el rey. En algunos casos incluso podía estar impulsado por puro ocio, como Felipe III, quien se dedicaba casi plenamente a la pintura, la caza y el teatro.
Felipe III (1598-1621*) nombró valido al duque de Lerma y llevó a práctica una política de paz contraria a lo que se había practicado en el reinado de su padre Felipe II. El duque de Lerma expulsó a los moriscos por ser cristianos poco convencidos y por apoyar a los turcos y berberiscos. Se expulsaron a 275.000 moriscos, lo que provocó, además de la pérdida de diversidad cultural, problemas demográficos en las zonas de Aragón, Valencia y Murcia, de donde los moriscos eran población campesina. El duque de Lerma fue destituido en 1621 por aprovecharse personalmente en exceso (ya que realmente la corrupción no era ni delito ni poco común) poniendo a su nombre rentas y propiedades y situando a su gente de confianza y familiares en puestos de la corte. Fue sustituido por su hijo el duque de Uceda, quien mandó construir el Palacio de los Consejos en la calle mayor de Madrid.
Felipe IV (1621-1665*) delegó su poder en el valido más famoso de la historia: el conde duque de Olivares, retratado varias veces por Velázquez. Llevó a cabo una campaña contra la corrupción anterior, aunque él mismo siguió practicando en clientelismo. Volvió a la política bélica practicada en el siglo XVI al reanudar la guerra contra la Holanda protestante y posteriormente contra Francia.
Conde duque de Olivares, por Velázquez
Hizo una serie de reformas administrativas, como la sustitución del sistema de Consejos por unas Juntas, y redactó el Gran Memorial en el que se presentaba su política de reforma y de recuperación de la grandiosa reputación de los Austrias Mayores. Para conseguir su ideal de monarquía hispánica unificada y poderosa quiso realizar una Unión de Armas. Con la toma de Francia del Rosellón, el conde duque quiso poner en práctica esa unión reclutando a soldados catalanes, pero las constituciones catalanas eran contrarias a este reclutamiento y el pueblo se sublevó (Corpus de Sangre, 1640). A raíz de esto, Olivares quiso coger tropas de Portugal para acabar con las revueltas, pero allí ocurrió lo mismo. Después surgieron brotes independentistas en Andalucía y Olivares fue destituido (1643). El segundo valido de Felipe IV fue Luis de Haro, quien apaciguó las revueltas en Andalucía y recuperó Cataluña, pero Portugal fue ya independiente a la corona hispánica hasta nuestros días.
Carlos II “el Hechizado” (1665-1700*) fue un rey enfermo y estéril. Su padre Felipe IV murió cuando él era sólo un niño y Mariana de Austria llevó a cabo una regencia hasta la mayoría de edad del heredero, que en el momento eran los quince años. La regente sufrió muchas presiones debido a las guerras exteriores y los conflictos interiores y recurrió al consejo de Juan Everardo Nithar, jesuita, por lo que los dominicos, tradicionalmente de la casa hispánica, se sintieron desplazados y traicionados. Carlos II tomó el trono en 1675, y bajo la presión de los dominicos y de Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV y a quién le fue prometido en su testamento un puesto de relevancia en la corte) destituyó a Nithar a favor de su hermanastro. Los otros dos validos del reinado de Carlos II fueron el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, quien perdió el puesto por los continuos choques que tuvo con la reina Mariana de Neoburgo y por los enfrentamientos con la aristocracia tradicional y la Iglesia.